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Con alegría y esperanza se vivió en el templo Catedral la Ordenación Episcopal del Obispo Auxiliar, Mons. Enrique Balzán Caruana.

Agradecidos del Señor por el don de la lluvia y la nieve, que cayeron abundante en estos días en la zona, los fieles peregrinaron desde tempranas horas de este sábado 15 de junio, para vivir la Ordenación Episcopal del reciente nombrado por el Papa Francisco, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Metropolitana de La Serena, acontecimiento histórico, pues desde hace 27 años no había ordenación episcopal en esta Circunscripción eclesiástica.

Presidió la Ordenación el arzobispo René Rebolledo Salinas, presente el señor Nuncio Apostólico de su Santidad, Mons. Alberto Ortega Martín, gran parte de los Obispos de la Conferencia Episcopal de nuestro país, numerosos sacerdotes y diáconos, religiosas y religiosos, como fieles representantes de la Arquidiócesis, de la Diócesis de Copiapó y de otras comunidades.

Desde la lejana Malta, el Obispo Auxiliar Mons. Joseph Galea Curmi y los sacerdotes Gordon Refalo y Pablo Buttigieg acompañaron al Electo Obispo Auxiliar en este momento trascendental para su vida y la evangelización en esta Arquidiócesis.

Obispos co-consagrantes, Mons. Ricardo Basilio Morales Galindo, de la Diócesis de Copiapó, y Mons. Joseph Galea Curmi, Obispo Auxiliar de Malta. Y los presbíteros asistentes, Cristian Montenegro Díaz, Vicario General de la Arquidiócesis, y Mark Mallia Pawley, sacerdote maltés sirviendo pastoralmente en Copiapó.

Impresionante el rito de la ordenación, que se inicia con la invocación al Espíritu Santo, después de la proclamación de la Palabra del Señor. Los sacerdotes asistentes solicitaron al Arzobispo la Ordenación Episcopal. Para ello, se dio lectura a la Bula Apostólica, prosiguiendo prosiguiendo con las Promesas del Elegido.

Después de las letanías de los Santos, la parte central con la Imposición de Manos y la Plegaria de Ordenación, junto también a la unción con el Santo Crisma, entrega del Libro de los Evangelios y de las insignias episcopales -el anillo, la mitra y el báculo-. Con gran alegría y regocijo los fieles aplaudieron al ordenado Obispo, cuando fue invitado a tomar el puesto principal, a la derecha del Arzobispo.

Finalmente, la bendición del nuevo Obispo a la comunidad y su emotivo primer mensaje, como el saludo muy sentido del señor Nuncio Apostólico, Mons. Alberto Ortega Martín. Lo esperaban a la salida del templo, numerosos fieles quienes procuraron saludarlo, desearle todo bien, entre aplausos y la presentación de un bello “esquinazo” de cueca.

En su homilía Mons. Rebolledo Salinas, puso gran acento en la antífona del Salmo 89 (88): “Cantaré eternamente el amor del Señor, anunciaré su fidelidad por todas las edades”.

Manifestó: “Nuestro Señor es el primero en recibir el abrazo del Padre Dios, en un acto pleno de amor y fidelidad, que nosotros no alcanzaremos a dimensionar totalmente. También con la Iglesia…, Dios se ha demostrado grande, especialmente en su amor, fidelidad y misericordia. Esto a pesar de que la Iglesia, no siempre haya correspondido a un amor tan puro y pleno”.

Junto con agradecer al Señor, el Arzobispo manifestó su gratitud al Santo Padre Francisco, al señor Nuncio Apostólico, a los Obispos, sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos, seminaristas, integrantes de los bailes religiosos, movimientos apostólicos y nuevas comunidades, jóvenes que se disponen con alegría y esperanza a vivir la Jornada Nacional de la Juventud 2025: “a ustedes la bendición de este día y el desafío de un servicio corresponsable ante los numerosos retos que provienen de los cambios culturales que experimentamos cotidianamente”.

Sobre el evangelio (Lucas 17, 1-10) –escogido por Mons. Balzán Caruana- manifestó el Arzobispo que es un llamado a la humildad y a la disposición al servicio, expresando: “El acento lúcido que Mons. Enrique ha querido imprimir a su episcopado, lo acogemos como una moción del Espíritu que nos llama a interpelarnos continuamente sobre lo más genuino de nuestra vocación cristiana. Como nos hace presente el proceso sinodal de la Iglesia en curso, es necesario volver a la fuente de la vocación diaconal de los discípulos misioneros del Señor, tan diáfanamente ilustrada en el testimonio de la primera comunidad cristiana: fe y caridad compartida en el servicio”.

Finalizó su homilía, después de recordar acontecimientos de la vida de Mons. Balzán Caruana, saludándolo y felicitándolo en nombre de la Arquidiócesis: “Le deseo lo mejor. Lo mejor es y será siempre la bendición del Señor, del supremo Pastor, que entregó su vida por amor a su rebaño”.

Un día radiante de sol, después de la lluvia y la nieve que descendiera copiosamente sobre la región, jornada memorable, pues la Arquidiócesis acogió un gran don del Señor: un pastor que servirá al Señor y a la Iglesia, en los valles Elqui y Limarí, las cuatro Vicarías que componen la Arquidiócesis Metropolitana de La Serena.

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